Hay noticias que merecen ser comentadas, no por importantes sino por absurdas. Porque es, cuanto menos absurdo, que alguien se gaste 280.000 euros en un ataúd. Por ese precio, como mínimo, debería resucitar a un muerto. Y no es el caso.
El féretro en cuestión ha sido presentado en la Feria del Lujo de Verona (Italia), y cuesta casi 50 millones de las antiguas pesetas, fundamentalmente por dos razones. La primera, es ridícula: está bañado en oro. La segunda, es aún más ridícula: lleva teléfono móvil integrado (por ese precio, como mínimo tiene que ser un iPhone 3GS).
Sus creadores argumentan esta fricada afirmando que es útil, porque en el caso de que el muerto en realidad estuviera vivo, podría avisar a su familia. Pero, si alguien tiene 280.000 euros para gastarse en un féretro, suponemos que también los tiene para pagar a un médico con los suficientes estudios para diferenciar a un muerto de un vivo.
Por cierto, si os animáis a comprarlo, que no se os olvide grabar en la memoria del terminal el número de alguien a quien avisar en el caso de que os entierren vivos. Porque cuando uno resucita después de haber estado muerto, seguro que está, cuando menos, aturdido.
Lomasmovil.net
El féretro en cuestión ha sido presentado en la Feria del Lujo de Verona (Italia), y cuesta casi 50 millones de las antiguas pesetas, fundamentalmente por dos razones. La primera, es ridícula: está bañado en oro. La segunda, es aún más ridícula: lleva teléfono móvil integrado (por ese precio, como mínimo tiene que ser un iPhone 3GS).
Sus creadores argumentan esta fricada afirmando que es útil, porque en el caso de que el muerto en realidad estuviera vivo, podría avisar a su familia. Pero, si alguien tiene 280.000 euros para gastarse en un féretro, suponemos que también los tiene para pagar a un médico con los suficientes estudios para diferenciar a un muerto de un vivo.
Por cierto, si os animáis a comprarlo, que no se os olvide grabar en la memoria del terminal el número de alguien a quien avisar en el caso de que os entierren vivos. Porque cuando uno resucita después de haber estado muerto, seguro que está, cuando menos, aturdido.
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